Un día más me levanto. Amanece, el día se llena de luz, y vuelvo a desayunar y a atravesar la jornada.
Puedo vivirlo como una especie de resurrección en la que tengo nuevas oportunidades cada nuevo día. Un enfrentarse a la vida de nuevo.
Gracias a este cuerpo que me acompaña, este cuerpo que soy y siento, puedo darme cuenta de cuántas cosas puedo vivir y cambiar en esta vida.
Siento mis pies, el contacto de ellos en el suelo mientras tomo el café. Normalmente cumplen mis órdenes, me llevan y me traen hacia donde necesito, y de vez en cuando me doy cuenta que están doloridos, que necesitan un descanso (yo necesito un descanso).
Mis piernas me ayudan con la fuerza que necesito para atravesar el día. Me sostienen hasta mi próximo descanso. Me llevan a encontrarme con la gente que quiero, a vivir mis deseos, mis objetivos. Me alejan de lo que me asusta o no me conviene.
Me hago consciente de mi respiración, del ritmo adecuado que me permite reír o escuchar atenta, llorar o agradecer, porque puedo respirar, porque no se me suben los pulmones a la boca y me atraganto en un mar de sensaciones que no soy capaz de respirar. Eso ha ido pasando, con el tiempo y el autocuidado.
Soy consciente de mis brazos, son (soy) quienes consiguen contactar con los demás, con el aire, conmigo misma. Unos brazos que se abren al abrazo y me protegen del dolor. Unas manos que llegan a alcanzar al otro mi corazón cuando puedo tenderle la mano para acompañarlo o pedirle que me acompañe.
Mi cara, los músculos de mi cara, pequeños músculos que muestran mi verdad... y la tuya, porque la cara, mi gesto, invade al otro de mi realidad. Cómo evitarla...
Mis ojos, la mirada, ésta que me abre a percibir el mundo y a crear imagenes que sostengan mis anhelos y la construcción de mi futuro. Sabiendo que a través de ella me acerco más al mundo, y soy capaz de sentir porque ella me lo ha ofrecido.
Todos mis sentidos, mi cuerpo entero, me acerca o me aleja del mundo. Me permite vivir o morir cada día. Me permite darme cuenta de en qué lugar me encuentro entre todo este mar de oportunidades y experiencias que a cada segundo se me presentan.
A veces me alejo de mí misma, a veces me acerco tanto que la claridad me empuja a ejecutar los cambios que necesito.
En un ir y venir, de tiempo incalculable, puedo llegar a elegir el camino, tantas veces sea necesario, porque ahora, soy cuerpo vivo.