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Ana Cuerdo

El apego para poder "crecer" con confianza


El otro día, como algunos otros, mi hija al correr se cayó en casa. En ese momento me vinieron a la mente la cantidad de padres que veo a diario decirle a su hijo desde lejos "venga, arribaaaa, levanta que no ha sido nada, arribaaaaa". Bien es cierto que yo, aunque seguro lo he hecho alguna vez, suelo acercarme a ella y preguntarle cómo está y tenderle la mano. Dentro de todos esos flash que me venían me vino el más importante. Si yo me cayera al suelo, y mi marido desde lejos me mirase y me dijera "venga arribaaaaaa, que no ha sido nadaaaaa, vengaaaaa"... no sé vosotros pero a mi no me gustaría nada. Si alguna vez me he caído me agrada y me contiene que me tiendan una mano y me pregunten cómo estoy. Que el niño no se haga mañoso y sea autosuficiente va a ser gracias a que los padres estemos conteniéndolo, no a que se le deje solo.

¿Cómo os sentiríais vosotros?

A mí me ha servido y me sirve asentar buenas bases de apego con mi hija siempre que lo ha necesitado y necesita : cogerla en brazos, besarla, decirle tantas veces como pueda que la quiero, mirarla a los ojos, que cuando se sienta mal y busque con la mirada estar ahí acompañándola y ayudándola a transitar las dificultades. Cuando yo no esté, tendrá que hacerlo ella. Y ahí comenzará su propio aprendizaje. Intento acompañarla, que es distinto que hacerlo todo por ella. Y también sé, que por mucho que lo intente también seguirá teniendo inseguridades. Esto es una realidad. Pero cuanto más consciente yo me haga, de mí, de ella y de lo que ocurre, más base afectiva tendrá para vivir y resolver en ese vivir.

Hoy en día hay muchas formas de educar, hay muchos libros con teorías muy diferentes que a veces más que ayudarnos nos hacen perdernos entre mandatos, consejos y ser conocedores de lo que a otros les ha servido. Pero ésto nos hace perdernos del instinto que como padres estamos desarrollando. De ser capaces de ver a nuestro hijo, e inevitablemente, lo veremos a través de nuestros propios ojos, lo cual quiere decir que lo veremos a través de nuestra propia experiencia, más o menos consciente. ¿Sabéis qué significa ésto? Que si no hago conscientes mis carencias, mis limitaciones, mis logros, mis deseos, mis fracasos, o mis necesidades, estaré proyectando sobre mi hijo todo aquello que carezco, que me limita, que he logrado, que deseo, que me hace sentir fracasado o que necesito.

El contacto con uno mismo, con cómo ha vivido el apego en su propia familia, con cómo le ha limitado ésto, y qué dificultades encuentra al respecto, puede ayudar a entender cómo educar y acompañar el crecimiento de su propio hijo. Y pedir ayuda si es necesario. Ésto es importante, ya que si uno no sabe "el cómo pedir ayuda" puede ser el primer paso hacia ese camino.

Volviendo al apego (attachment), es aquel vínculo que se establece con un cuidador principal (normalmente la madre y el padre pero si no están puede ser hacia aquella figura que ejerza de cuidador) y que prevalece por encima de otras necesidades biológicas. Aunque desarrollaremos apego hacia diferentes figuras a lo largo de nuestra vida, el que más cuenta y el principal es aquel que se establece entre madre (o sustituto) e hijo. El apego se entiende como un vínculo con un lazo afectivo muy fuerte que determinará el desarrollo posterior de la personalidad del niño, su forma de relacionarse con los demás y con todo lo que le rodea. El apego también influirá en como se ve a si mismo. Por lo tanto, como véis, está en nuestras manos como padres mostrarles ese camino.

Centrándome un poco en las características de las distintas etapas en la infancia, y en cómo hemos vivido este acompañamiento y cuidado, la falta o el exceso de él, se verá cómo en la edad adulta (y antes) se ha desarrollado una estructura de carácter, en el cuerpo y la psique, que dará muestras de aquello vivido. Podemos ver cuerpos, que desde la mirada de un terapeuta entrenado, mostrarán aquellas carencias y dificultades gestadas a lo largo del desarrollo de su infancia.

Por nombrar algunos, desde el punto de vista del Análisis Bioenergético (A. Lowen), podemos ver cómo por falta de apego aparecen cuerpos laxos, con bajo tono muscular, con serias dificultades en el hacer, y en contactar consigo mismo. Cuerpos que por el bajo tono muscular no desarrollan la suficiente energía

para moverse y "alcanzar" lo que quieren, sea una persona, un afecto, un objeto, etc. No tienen la seguridad en sí mismos ni la confianza de que pueden hacerlo. Su respiración es pequeña, pobre, insfuciente.

Otros, por exceso, están ahogados, apretados, parecen obligados. Dudan entre lo que quieren y lo que deben. Se boicotean, se frustran. No saben qué camino seguir.

Otros, ante la inseguridad, se han evadido, sus cuerpos pierden el contacto con el suelo, parecen más volátiles, sus miradas están ausentes. Fue tan doloroso no tener la seguridad que da el contacto que sólo encontraron la forma de evadirse y dejar de sentir como única forma de vivir....

Desde mi experiencia como madre, siendo terapeuta, he puesto especial atención en cómo acompañar a

mi hija en las poquitas etapas que lleva vividas. Y para mí ha sido fundamental y clave la consciencia que tengo de mí misma y del mundo, incluyo aquí por supuesto mis propias dificultades y carencias.

Desde esa mirada, he sido consciente de lo que me costaba explorar algunas cosas en la educación de mi hija, en cómo me frustraba por algunas de mis dificultades y lo rápido que salían (salen) patrones aprendidos que hoy en día no acepto, pero que indudablemente lo llevamos "dentro" y sale en respuesta al mismo tipo de situaciones, pero ahora, siendo padres nosotros.

Vivo esta consciencia siendo madre y terapeuta, y tanto con mi hija como con mis clientes siento que es importante "estar" presente a todos los niveles. Establecer nuestro vínculo a través de una escucha, no sólo de la palabra si no de lo que me dicen corporalmente, a través de sus posturas, sus movimientos, sus miradas. En terapia, el terapeuta cumple el rol de "cuidador, acompañante, padre, madre PRESENTE" Bob Hilton lo ejemplifica cuando habla de su propia terapia:

"Necesitaba a alguien que trabajara con el cuerpo, pero más que eso necesitaba una persona que quisiera conectar conmigo; con todas mis debilidades y necesidades"

Es a través de la experiencia relacional con el terapeuta que el paciente va a poder crear nuevas experiencias, nuevos patrones corporales y de conducta y nuevas conexiones a nivel de cerebro.Para sintonizar con nuestros pacientes, los analistas bioenergéticos tenemos una herramienta poderosa: nuestro cuerpo, nuestras sensaciones, nuestras percepciones, que vamos a poner en juego en el proceso terapéutico. Desde luego, sentirnos copartícipes como terapeutas en este proceso del paciente, va a ser un proceso de aprendizaje y transformación para ambos. Ayudar a los pacientes a crear esa base segura de la que muchos carecieron en su infancia para que puedan sentir confianza y empatía, las cuales les lleven a arriesgarse a compartir sus estados más vulnerables o dolorosos para así integrarlo y poder transformar su presente hacia donde ellos realmente hoy desean.

Así mismo con los hijos...

Aquí os dejo el link de la entrevista a Evania Reichert, quien habla de todo ésto y me hizo replantearme lo arriba expresado.

Bibliografía:

John Bowlby "El apego"

Fina Pla "Aportaciones del apego desde el Análisis Bioenergético"

Dorothy Corkille Briggs "El niño felíz"

Alexander Lowen "El lenguaje del cuerpo"

Ana Cuerdo
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