
Masaje relajante

En tiempos como estos, cada vez se pierde más el sentido del tacto y sobre todo del contacto. Cada vez hay más distancia entre unos y otros, se usa menos la mano para saludar y no digamos del beso o el abrazo.
Cuando somos niños, necesitamos esas caricias de nuestros mayores que nos hacen sentirnos cuidados y protegidos. Nos asustamos de una mano que se presenta firme ante nosotros cuando algo hemos hecho mal. Y siempre recurrimos a esa mano que nos lleva de un lado a otro con la seguridad de que nos está cuidando.
Más tarde, en la adolescencia relacionamos cualquier tipo de contacto con el afecto, y eso a veces nos avergüenza, de modo que nos alejamos cada vez más de las muestras de cariño hacia los otros, y a veces hacia nosotros mismos.
Cuando somos mayores, elegimos muy bien a quién darle esas muestras cariñosas, y a veces hay a quien queremos dárselas pero ya no podemos, no somos capaces, porque perdimos la costumbre, ya no sabemos cómo hacerlo. Así mismo pasa para ser nosotros quien recibe, se nos olvida lo gratificante que es recibir un sincero apretón de manos, un honesto abrazo o una caricia que sana una herida.
El masaje no es sólo una técnica que alivia y relaja, sino también una forma de acercarnos al contacto, de aprender a sentir, a discernir entre lo placentero y lo displacentero, a dejar atrás los problemas y empezar a vernos inmersos en un espacio íntimo del terapeuta y el cliente.
No sólo relajamos la musculatura, también relajamos la mente y el alma. Aflojamos los músculos y también las emociones.
Un lugar donde poder estar con uno mismo, un espacio donde poder reencontrarse, respirarse, relajarse, soltarse.
Normalmente cuando una parte del cuerpo nos duele instintivamente masajeamos o acariciamos esa zona de dolor, con la intención de encontrar alivio. Y no es de extrañar, ya que el masaje hace milenios que está presente en muchas culturas. En nuestra cultura, el masaje está más visto en el mundo del deporte, para aliviar contracturas, tratar lesiones, etc. Pero también tiene muchas otras propiedades, como la capacidad de aliviar el estrés y el malestar psíquico, relajar cuerpo y mente, y si además se reciben con confianza y entrega, podemos desconectar de todo por unos instantes, conseguir que la cabeza se olvide de los problemas y poder estar en el aquí y el ahora.
Se trata de un masaje con pases suaves con un tacto delicado pero también firme.
El beneficio fundamental y evidente es relajar, tonificar el sistema nervioso y disminuir el cansancio, que no es poco. Además, se produce una bajada del tono muscular que ayuda a eliminar los dolores tensionales, produciendo un efecto de bienestar físico y anímico.
Este bienestar se deriva en una mejora en el sueño, que se vuelve más reparador, y de los dolores que se producen en la espalda por la tensión muscular. Siempre y cuando ésta no sea muy intensa, ya que en ese caso se debe recurrir a algún tipo de masaje terapéutico con el profesional correspondiente.
Además, baja la tensión arterial, la mente se despeja y queda en un estado de mayor relax pero alerta, ya que se mejora la circulación sanguínea y, por tanto, la oxigenación del cerebro. Se trata de beneficios derivados del contacto humano.
Se acompaña de aceites esenciales de primera calidad y si hay alguna tensión concreta se aplica auriculoterapia.
1h - 40€
1h y 30 min- 65€
